pablo rojas.El 10 de julio de 1863, una comitiva compuesta por una “junta de notables” que representaba a la alta jerarquía católica y a la oligarquía conservadora mexicana, le ofreció a Maximiliano de Habsburgo ser emperador de México. Aquel era un grupo político que había perdido la batalla contra el liberalismo, y que, al verse sin la posibilidad de ganar a través de la política interna, apostaba a deponer el gobierno de Benito Juárez a través de la intervención extranjera monárquica.
Ciento cincuenta y ocho años después, en pleno siglo XXI, una comitiva de conservadores repitió el mismo camino. Alejandro Moreno, Marko Cortés y Jesús Zambrano, líderes de los partidos de oposición PRI-PAN-PRD se presentaron este 23 de agosto ante la Organización de Estados Americanos (OEA) y su dirigente Luis Almagro (famoso por ser el artífice de los golpes de estado en Venezuela y Bolivia) para entregar una carta contra el presidente Andrés Manuel López Obrador, en la cual se acusó de: “1. La intervención (consentida o pactada por el gobierno federal) del crimen organizado en el pasado proceso electoral. 2. El hostigamiento permanente del Ejecutivo Federal al Instituto Nacional Electoral y al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. 3. El uso faccioso de las instituciones de procuración de justicia y persecución a los opositores del gobierno, y 4. El constante ataque del gobierno a los medios de comunicación y líderes de opinión”. Además de brillar por ser mentiras, los cuatro puntos entregados a la OEA sintetizan el programa del bloque neoliberal en el México actual. Es en extremo cínico el primer punto, cuando los gobiernos del PRIAN fueron claros cómplices y aliados de los grupos del narcotráfico, e igual de cínico es el PRD, cuyo alcalde, José Luis Abarca mandó desaparecer al grupo de 43 estudiantes de Ayotzinapa, del cual aún no se conoce paradero. Igual de cínico es el segundo punto, pues intentan hacer parecer como un acto de persecución política lo que realmente es la aplicación de la justicia contra actores políticos corruptos como Cabeza de Vaca o Ricardo Anaya. Los puntos restantes establecen la defensa de los órganos institucionales donde se ha atrincherado el poder neoliberal. Arguyen una supuesta defensa de instituciones neutrales y puras que deben permitirse ser el contrapeso de un supuesto gobierno autoritario, sin embargo, lo que en realidad constituyen, es un grupo de aparatos desde donde las huestes neoliberales han impulsado todos los días obstáculos para la transformación nacional-popular. El linchamiento mediático se acompaña del bloqueo judicial y los amparos promovidos por la oligarquía empresarial (recuérdese el cúmulo de amparos del grupo de Claudio X. González y Gustavo de Hoyos) son seguidos por un poder electoral que no sirve como árbitro ni como juez, sino como un aparato que toma partido por la oposición, incluso pasando por encima de la ley o interpretándola a modo. Pero lo más importante de la visita del PRIANRD a la OEA es que no se presentaron ante un órgano que, por la vía de conciliación pugne por la resolución de conflictos. La OEA, lejos de ser un órgano neutral, ha fungido como el claro brazo de EUA para desestabilizar con golpes de estado a los gobiernos progresistas de América Latina. Lo que en realidad sucedió el pasado 23 de agosto fue la presentación del bloque neoliberal ante el poder de EUA para solicitar la intervención extranjera en los asuntos internos de México. Queda claro que al igual que el bloque conservador, luego de la Reforma de 1857, los opositores del siglo XXI se vieron ante la imposibilidad de ganar la batalla por el proyecto nacional a través de sus propios recursos y apelan ahora al poder del imperio. El acto resulta sumamente elocuente de lo que es capaz la casta neoliberal: no sólo se contentaron con el saqueo hecho al país durante décadas, sino que ahora acuden donde su amo para rogar que les resuelvan sus problemas. Desde luego, el entreguismo sólo puede ser catalogado como un acto de traición nacional, se afirmaron golpistas y traidores el mismo día. Para quienes conformamos el bloque transformador hoy en México, es importante activar las señales de alarma, porque los neoliberales han dejado claro que están dispuestos a ensayar golpes de estado por medio de cualquier camino. Nuestra tarea será contrarrestar al máximo esas estrategias.
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nora delgadoDespués del inevitable triunfo del amplio movimiento popular que significó la llegada de Andrés Manuel López Obrador al poder ejecutivo, vino la rectificación de la aprobación de su gobierno a nivel nacional durante las últimas elecciones de junio pasado. En aquella justa electoral, la mayoría de los mexicanos refrendaron la aceptación de la conducción de un proyecto de nación contra el neoliberalismo, pero también de una profunda transformación social y cultural. Sin embargo, a poco más de tres años, el gobierno emanado del movimiento popular no ha podido llevar de manera contundente la “revolución de las conciencias” por la transformación de México. En el plano ideológico o cultural, como diría el marxista italiano Antonio Gramsci “lo nuevo no termina de nacer y lo viejo no termina de morir”, aún seguimos cargando, en nuestras instituciones y nuestra sociedad, los lastres de más de treinta años de gobiernos conservadores que a nombre de una democracia liberal, privatizaron nuestros derechos de a poco. Convirtieron el derecho a la cultura y a la educación en un privilegio. Estos dos derechos relacionados entre sí, conforman un pilar fundamental para lograr una contundente conducción de una verdadera transformación cultural. Lo anterior, se ha dificultado, entre otras cosas, por los gobiernos conservadores y neoliberales que convirtieron al sistema educativo en un sistema servil a los intereses económicos, donde se privilegiaron las visiones de empresarios como Claudio X. González y quien ha tenido una intensa participación en la política para imponer modelos educativos, en su caso, desde la organización Mexicanos Primero. La mal llamada “Reforma Educativa” peñista, que pretendía violar los derechos conquistados por el magisterio décadas atrás, aprovechaba las premisas de la propuesta educativa de Mexicanos Primero, donde vertía su propuesta utilitarista de la educación. No podemos dejar de lado el origen corrupto de nuestras élites culturales que hoy se aglutinan como abajo firmantes de un proceso popular de cambio cada que pueden. Héctor Aguilar Camín, es otro escritor y empresario, director de la revista Nexos, que fue beneficiado de la corrupción de los gobiernos neoliberales y ha buscado influir en el sistema educativo. Al menos 4 millones de pesos, de 140 millones 556 mil 553 fueron destinados por la Secretaría de Educación Pública, para capacitar a los maestros en Formación Cívica y Ética, en donde sobresalió, según testimonios, el adoctrinamiento neoliberal. El resto del monto millonario, habría sido utilizado en propaganda gubernamental y creación de revistas para la SEP. De la misma forma Enrique Krauze, destacado opositor del actual gobierno, a través de la revista Letras Libres, se benefició con más de 90 millones de pesos. Además de la inversión de publicidad oficial, sobresalen casi 16 millones de pesos en la creación de libros de texto gratuito y la contratación de 7 mil 500 suscriptores y suministro de publicaciones para la Secretaría de Cultura. Como si realmente fuera posible un mundo unipolar, las artes y la educación impartidas desde los gobiernos anteriores han vivido una noche negra. Durante décadas, se difundió una sola visión de nuestra historia a través de los libros de texto gratuito, siempre desde el tan aplaudido fin de la historia, de Francis Fukuyama. Se crearon correlatos entre gobierno y sistema educativo, en los que las aspiraciones de la sociedad fueron guiadas por un sistema de ideas donde la exclusión a los más pobres y el racismo fueron normalizados por las élites blancas e ilustradas. Así nos acostumbraron a que fuera normal que sólo se ofertaran a penas 90 lugares para estudiar alguna de las pocas licenciaturas que ofrecía el antes Instituto Nacional de Bellas Artes –hoy INBAL. A que dentro de sus convocatorias no existiera transparencia y que fuera un secreto a voces que dicha institución privilegiara la entrada de gente blanca relacionada con las élites artísticas, empresariales y políticas, beneficiadas por la corrupción y que terminarían en puestos clave para dirigir y controlar o robar los recursos públicos destinados a la educación artística. Excluyendo por décadas a cientos de miles de jóvenes al acceso gratuito de la formación artística profesional y universitaria, rompiendo sus proyectos de vida y sus sueños sin más, relegándolos a la marginalidad y apagando el potencial crítico y emancipatorio que el arte puede tener para nuestra sociedad. De esta manera, un grupo pequeño de artistas se convirtió en el malestar de nuestra cultura, pues se beneficiaron de la falta de rendición de cuentas que ocurría dentro de los fideicomisos, y se establecieron sistemas cupulares, que también fueron aprovechados por extranjeros. Contribuyendo a fortalecer relatos donde la cultura y las artes son traídas desde afuera y sólo manejadas por quienes “sí saben de ellas”. Por lo anterior, el origen de la designación de Brenda Lozano como Agregada Cultural de la embajada de México en España –quien también escribe en Letras Libres, por parte del ahora ex diplomático y escritor Enrique Márquez Jaramillo, representa una contradicción al relato de la transformación en el ámbito cultural. Enrique Márquez ha sido señalado por Pedro Salmerón –historiador que hoy reivindica la resistencia de los pueblos indígenas ante la conquista española, como parte de las cúpulas culturales que no representan los ánimos de transformación, y ante lo cual mostró varios tuits de Brenda Lozano -la designada. De los tuits, destaco el que tiene por consigna el hashtag #NosQuierenDesaparecer, dedicado a la defensa de las élites artísticas creadas por la corrupción de los regímenes anteriores; y el de la carta con motivo del 8M (Día Internacional de la Mujer), sumándose a la demanda del cese de la violencia hacia la mujer y de los feminicidios en nuestro país, hecho que ha sido muy utilizado por los partidos y medios de comunicación conservadores. Cabe recordar, la imagen que proporcionó a nivel nacional la proyección en Palacio Nacional “Ni un violador será gobernador”. La batalla por la revolución de las conciencias se enfrenta no solo a los funcionarios neoliberales dentro del sistema educativo y dentro de las instituciones culturales, sino a la fuerza que un sistema monopólico de medios de comunicación tiene sobre la construcción de la realidad. Ante esto, el arte tiene un potencial político y pedagógico que debe ser aprovechado para enfrentar una batalla ideológica. Desde lo político, porque muchas veces visibiliza a quienes no son vistos o escuchados y desde lo pedagógico, porque puede brindar experiencias colectivas donde se puede construir otro mundo posible. Mediante esas experiencias educativas y artísticas emancipatorias se puede contribuir a la construcción de un gobierno popular. Consecuentemente, lo que debe de representar un Agregado Cultural y cualquier funcionario que represente a las instituciones educativas y culturales, es la desnaturalización de las prácticas sociales clasistas y racistas implantadas por las élites neoliberales. Para una verdadera revolución de las conciencias, la institución cultural se debe desalienar y no solamente despatriarcalizar como lo exige el sentido común colectivo. pablo rojasPara muchos, José Woldenberg ha sido el ideólogo creador del Instituto Federal Electoral (hoy INE) y el teórico de la llamada “Transición a la democracia”. En varios de sus argumentos descansa gran parte del esquema ideológico elaborado para asegurar que el sistema electoral es neutro, que funciona a la perfección y que quienes lo cuestionamos “atentamos contra la democracia”.
Según Woldenberg, “Con las elecciones de 1997 finalizó la transición democrática en México. El proceso que se inauguró -un poco a ciegas- en 1977, con aquella reforma gremial que permitió la incorporación de fuerzas políticas a las que se mantenía artificialmente segregadas del espacio institucional y que modificó la forma de integración de la Cámara de Diputados, culminó 20 años después. La fase más intensa de dicha transición se produjo luego de las controvertidas elecciones de 1988 -cuatro reformas en menos de 7 años-, pero en 1997 resultó claro -para quien quisiera verlo- que México había sido capaz de desmontar un régimen autoritario y de edificar la germinal democracia (…) La alternancia pacífica y ordenada en la Presidencia de la República en el año 2000 fue posible porque la transición democrática estaba concluida” (Woldenberg, 2012). Para este personaje, la transición a la democracia tuvo su punto máximo de conclusión con el cambio de gobierno de PRI a PAN durante el año 2000. Para él, “la elección del año 2000 resultaba importante porque en los últimos años el país había logrado construir un sistema de partidos realmente competitivo y un sistema electoral imparcial y equilibrado, capaz de asimilar cualquier votación. Así, la decisión estaría en manos de los ciudadanos al votar” (Íbid). Tenemos entonces que, para Woldenberg, el sistema electoral resultaba imparcial y equilibrado, para él el desaseo de las elecciones de 2006 no requería ni una sola mención, todo había sido correcto y el sistema electoral -especialmente su instituto electoral- funcionaba a la perfección. El problema era el sector de la ciudadanía que dudaba, no el sistema electoral que no daba certeza, el problema eran los desconfiados. Pero, si en verdad la transición a la democracia se completó en 2000, ¿por qué entonces las miles de irregularidades en las elecciones de 2006? ¿por qué la compra masiva de votos en 2012? ¿las protestas ciudadanas que siguieron a esos procesos eran meras acciones sin sustento? Lo que Woldenberg ha omitido durante años es que la democracia no es una cosa que se atrape, y también ha olvidado mencionar que una institución de ninguna manera puede decirse dueña y única poseedora de la llave mágica que salvaguarda la democracia. La democracia es una relación de la misma sociedad, una forma de toma de decisiones, que no puede restringirse a la organización de una elección ni al llenado de papeleo del establecimiento de reglas. La democracia no es una cosa ni tampoco un procedimiento, es una relación social. Lo que se vivió desde 1977 no fue una “transición a la democracia” como la ha llamado Woldenberg para legitimar la alternancia gatopardista entre PRI y PAN, sino una liberalización del sistema político para empujar la competencia entre partidos que disputan el gobierno. Woldenberg y sus colegas tomaron el mismo argumento de la liberalización económica y lo trasladaron al campo de lo político, lo que quiere decir que aquello que nombran como “transición a la democracia” es más bien la neoliberalización de la política. Si Carlos Salinas hizo su parte con la neoliberalización de la economía (privatizando decenas de empresas estatales, instaurando el Tratado de Libre Comercio, etc.), fueron los formadores del IFE, quienes empujaron la neoliberalización de la política, ciñendo el concepto de democracia a un procedimiento de competencia entre partidos. En vez de fomentar una profunda participación de la sociedad en la toma de decisiones, promoviendo la organización social y empujando la incidencia y el debate constante, lo que hicieron fue tomar el concepto de democracia y elitizarlo, dejarlo en manos de una tecnocracia iluminada que sería la única que entendería de qué trata eso. No por nada Woldenberg llamó “perros de Pavlov” a quienes participamos en la primera consulta popular de la historia, pues aseguraba que babeamos cada que vemos una elección y que la democracia no funciona así. Dijo tajante: “las consultas pueden fortalecer la democracia, pero la que se va a realizar el 1 de agosto tiende a degradarla” ( https://bit.ly/3srXhC9). Al parecer él es el único que tiene derecho a defnir cuándo algo es democracia y cuándo no. El INE es el frankenstein del neoliberalismo en la política, define reglas conforme al mercado, propone que la competencia es lo más importante (igual que en la economía neoliberal) y concibe a la ciudadanía como un conjunto de posibles compradores, a las campañas electorales como un momento de ofrecimiento de productos, y a las elecciones como una transacción de compra-venta en la que el ciudadano-comprador elige al mejor producto. Y desde luego no permite la ciudadanización de las elecciones. Para el INE solo quienes tienen dinero pueden hacer campaña. Bajo esa concepción neoliberal de democracia en la que lo fundamental es la libertad de competencia igual que en el mercado, el INE -y también el Tribunal Electoral- se demuestran tecnócratas cuyo objetivo es salvaguardar no la democracia en general, sino su concepción neoliberal de democracia. En otras palabras más contundentes: tanto el INE como el TEPJF conforman un nicho de defensa del neoliberalismo, que no pretenden ceder. Una verdadera democratización del Estado y del poder político en México pasa por una profunda reforma de ambos organismos, para que puedan colocarse al servicio de los intereses populares y no al servicio de los intereses de oligarquías económicas y políticas. La reforma al INE y al TEPJF son un requisito necesario para demoler un pilar central del neoliberalismo político. Foto: Beatriz Gutiérrez Müller león bravoEl imaginario que hay en torno a la conquista de México se implica a la idiosincrasia de la idea de nación mexicana. Esto despierta el fervor ideológico cada que tal o cual acontecimiento o razón se toca en el tema. La mayoría sostenidos con base en una red de argumentos que aspiran a explicar el fenómeno histórico de hace quinientos años; que más bien son fragmentos de hechos elevados a principio universal que responden a un sentido de justificar sus creencias políticas disfrazadas de una explicación valida de carácter histórico. Ahora, en ocasión a los 500 años de la conquista de México o de resistencia indígena conmemorados el 13 de agosto de 2021.
La explicación histórica que requiere el carácter riguroso de cualquier ciencia social se encuentra ajena a estas construcciones de identidad, es de todas, la menos difundida y por lo tanto la menos escuchada; tanto que algunos que pueden llamarse historiadores caen en explicaciones que tiene más de político que sobre la cuestión en sí. Por lo que es preciso puntualizar ciertas cuestiones que englobaremos en lo que defino a continuación como la política como razón y la ciencia como postura. Es válido suponer que detrás de cada premisa hay una razón política e ideológica. Sin embargo, en el mismo plano no suponer un diálogo abre las puertas a que cualquier cosa dicha tiene el derecho a ser válida. Por lo que, a pesar del fin que es defender la perspectiva política, las razones dadas suponen una necesidad de atenerse a técnicas, resultados de la investigación, teorías y formación que elaboran explicaciones más complejas, meditadas y analizadas que proponen una visión sobre los hechos que mínimo trata de superar la barrera de lo propagandístico. Coloquialmente “ya teniendo eso”, sigue cuestionarnos como responde al entendimiento del acontecimiento: En tanto que alcanzar este fin cuál es su objetivo ¿Dar explicación a situaciones actuales? ¿Buscar algún tipo de origen? Parecen ser las más usadas. Explicado esto, se puede entender que la postura formulada en torno a una aspiración científica no es por pretender ser dogmática o ser una autoridad; más bien, no busca responder cuestiones que van más allá del mismo acontecimiento histórico que en este caso es la conquista de México. Esto es buscar moldear la imagen de una nación en torno a un hecho o explicaciones ontológicas sobre lo mexicano. La postura es entender la conquista y no justificar ciertas acciones, maneras o planteamientos sobre esta. El contenido ideológico que encontramos en parte de las respuestas que sobrepasan la explicación histórica se basa en argumentos de carácter racial y de supremacía y las que pasan por “históricas” son limitadas. Por otro lado, expondré brevemente algunas cuestiones que pueden entrar como una “realidad” histórica; con esto no quiero decir que sea ya conocimiento verdadero, sino más bien una tesis que tiene como fin el acontecimiento histórico, como explicar la superioridad de los españoles que les dio la victoria sobre los mexicas. Si ponemos como ejemplo una guerra moderna, se nos haría muy poco satisfactorio hablar de raza, civilización o superstición. Hay que ser más maduros que eso. Concisamente, una explicación sensata como la superioridad de las fuerzas productivas de los españoles a causa de los recursos naturales del viejo continente les dio la ventaja. La conquista no sólo se remite a la caída de Tenochtitlán. Este hecho solo fue el primer paso a todo un proceso de expansión de lo que posteriormente seria la Nueva España. Este proceso es fundamental para la constitución de lo que hoy es en su totalidad geográfica México y otras regiones; los territorios mexicas; siguieron dentro de Mesoamérica: los mayas, los tecos, los chichimecas; entre otros. Campañas que terminaron hasta mediados del siglo XVI. Por lo que se puede hablar de “las” conquistas de los “Méxicos”; añadiendo además la reciente unificación de lo que hoy se conoce como España por esos tiempos, dando por entendido el distinto proceso que cada región tuvo que pasar antes de que sus caminos se estrecharan. Pequeñas cosas son las que tenemos que tener en cuenta al buscar construir explicaciones que vayan más allá de una justificación que utilice la conquista como excusa. Si lo que nos remite es la identidad y otras cuestiones, deben de provenir de posturas que quieran ir más allá de levantar una bandera hispanista, indigenista o de una nación mestiza, del relato de un descubrimiento, o de un encuentro de dos mundos y poner en duda nuestras opiniones y repensar la conquista; la historia en general. Foto: Crisanta Espinosa/Cuartoscuro Pablo RojasEl pasado 1º de agosto salimos a votar seis y medio millones de personas en la primera consulta popular oficial e institucional en la historia del país. La derecha adoptó de inmediato su patético relato sin racionalidad de fondo cacareando una derrota estrepitosa.
Por su parte, la izquierda calificó el resultado como un logro democrático en condiciones adversas, lo cual es cierto, sin embargo, hace falta desmenuzar más a fondo las implicaciones para no abrumarnos en la autocomplacencia. Algo que no puede escapársele ya a nadie y que hay que decir en todos lados es que el INE y los grandes medios de comunicación no solo juegan en contra, sino que son y seguirán siendo aparatos de poder neoliberal, por lo tanto, cualquier cambio que se proponga en este país tendrá que implicar una reforma profunda en esos dos aspectos. Por un lado, si bien se ha avanzado bastante en la transparencia gubernamental y en el desmonte de las mentiras mediáticas, lo cierto es que los medios de comunicación continúan respondiendo a un gran monopolio económico (¿no que los neoliberales son muy defensores de la libertad de mercado?) que, mientras siga en pie, evitará un cambio en el debate de ideas. Por el otro lado, el INE -antes IFE- surgió como producto de la (neo)liberalización política durante el zedillismo que siguió a la liberalización económica del salinato. Los criterios que guían al instituto son los criterios de salvaguarda del liberalismo como forma de organización social. La mayor acción de boicot del INE hacia la consulta no residió en el cambio de casillas el día de la elección sino en la decisión de que la consulta no se llevara a cabo el mismo día de las elecciones intermedias del 6 de junio. Desde aquella decisión, ese elefante blanco determinó el destino de lo que se venía. Eso deja clarísimo -una vez más- que el INE no está para defender de manera neutral la democracia, sino para taparle el ojo al macho para que el neoliberalismo siga tan vivito y campante como si nada. Afortunadamente José Woldenberg ya salió a desmentir que su criatura haya sido un producto de la democracia, y aclaró que, más bien siempre fue una forma de gatopardismo para proteger el modelo. Para el citado Woldenberg, las y los ciudadanos, -o como se quiera llamarles-, no somos más que perros de Pavlov que babeamos frente a cada elección. Al parecer solo el ilustrado sabe cuándo se le puede llamar a algo democracia y cuándo no. Sin una reforma política-electoral y sin una reforma en materia de información y medios de comunicación, difícilmente podrá lograrse un mayor avance democrático. De nuestro lado hay que reconocer algo importante: sea por tal o cual razón, lo cierto es que la izquierda abandonó la disputa cultural.Si bien se festeja que la consulta por fin terminara con esa inmovilidad de 3 años, lo cierto es que aun hace falta mucho más. Para comenzar hay que reconocer que la izquierda en México solo somos seis y medio millones de personas, no más. No todas esas personas son activistas o militantes, pero al menos jalan a la izquierda. Fuimos quienes salimos en medio de la pandemia, a pesar del embate mediático y con juegos olímpicos. La buena noticia es que ya somos más que en la década de los 60s, la mala es que la gran mayoría de esas personas están inmovilizadas sin saber qué hacer, y, por lo tanto, no se ha podido acrecentar ese círculo. Eso quiere decir que desde la izquierda no hemos sido capaces de convocar más allá de nuestras narices. ¿Y por qué no? ¿con qué se convoca? Una de las tantas cosas que han venido sucediendo durante los últimos 3 años es un increíble aumento del desdén por las ideas. Con el pragmatismo de la izquierda electoral ha venido también una creencia de que para ganar votaciones solamente basta con tener bien preparadas las listas de convencidos, con tener bastante dinero y el apoyo de los caciques locales. Si bien en el sistema político mexicano eso es cierto, también es verdad que las ideas son el núcleo convocador de la sociedad. Si esta no se siente atraída, si no hay una esperanza posible y realista de por medio, entonces no tiene caso correr riesgos y creer. En el pueblo hay una fuerte desesperanza: “¿para qué si no les van a hacer nada?” fue un argumento que se usó repetidamente. Y eso enlaza con el último punto para retomar acá: si la lucha cultural y la disputa de las ideas debe estar al centro de cualquiera de las próximas iniciativas que se empujen desde la izquierda, también es importante que ésta no sólo se enfoque a la pelea por los espacios mediáticos, sino a la movilización desde abajo. Las ideas repetidas con el eco que proporcionan los grandes periódicos, el Twitter y los programas de televisión ayudarán mucho, sin embargo, si éstas no se encarnan en la sociedad, si éstas no son parte cotidiana de la vida popular, entonces, nos sucederá lo que a otros gobiernos progresistas: la gente pobre que dejó de ser pobre no defenderá nuevos horizontes y aspiraciones de cambio e igualdad social, sino que blandirá los viejos sentidos comunes neoliberales optando por el retorno a lo viejo. |
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